Hoy, 10 de septiembre, es el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. Detrás de las cifras hay historias, silencios y momentos que a veces parecen imposibles de contar. Hoy quiero compartir el mío.
Tenía 27 años cuando mi mundo se vino abajo. Me dijeron que era estéril. Mi pareja me dejó. Perdí mi trabajo. Mi familia estaba lejos de mí. Tenía deudas, hambre y una soledad que pesaba más que el cuerpo. Recuerdo manejar por las calles de la ciudad con un único deseo: soltar el volante y dejar que todo acabara.
Lo hice. En medio de las lágrimas me cubrí los ojos y solté. El carro siguió avanzando solo, incluso en las curvas, como si la vida se empeñara en llevarme un poco más lejos, aunque yo no quisiera. No morí. Pero sí deseaba hacerlo.
No fue un día ni un mes lo que me devolvió las ganas de vivir. Fue un proceso. Doloroso, lento, lleno de caídas. Pero poco a poco entendí que la vida no me había sostenido de casualidad. Que aún había caminos por abrir, palabras por escribir, abrazos que aún no llegaban.
Hoy, muchos años después, sigo aquí. Soy madre, soy escritora, tengo proyectos que me emocionan, y aunque no todo ha sido sencillo, ahora sí quiero estar viva.
Escribir esto no es fácil para mí. Hoy decido hacerlo porque tal vez alguien que me lea esté pasando por ese mismo abismo. Y quiero decirte algo con todo mi corazón: No estás solo. No estás sola.
Sentirse sin salida no significa que no la haya. Hablar, llorar, gritar si hace falta, no es debilidad. Por favor, resiste un poco más y pide ayuda
En México, puedes marcar a la Línea de la Vida: 800 911 2000, disponible 24/7. Y en cualquier lugar del mundo, hay alguien que puede escucharte.
Si hoy estás luchando por quedarte, resiste un día más. La vida puede sorprenderte, como me sorprendió a mí.
Porque, aunque hubo un tiempo en que no quería vivir, ahora quiero hacerlo intensamente. Y si estás leyendo esto, ojalá te quedes para ver lo que todavía falta por venir.
☕ Isa