A veces todo está bien. No hay gritos, no hay tormentas, no hay drama. Y justo ahí, cuando todo parece estar en calma… Solo decidimos alejarnos un poco.
No por falta de amor, sino por respeto. No porque no funcione, sino porque es necesario mirar con claridad. Porque tomar distancia – aunque suene paradójico – También puede ser una forma de acercarnos de verdad.
He aprendido, que no sólo se toma espacio cuando estamos en crisis. A veces, el verdadero crecimiento llega cuando nos damos permiso de respirar a solas De dejar que el vínculo respire también. Como si al alejarnos unos pasos, lo viéramos más completo Menos distorsionado por la rutina, los pendientes, las exigencias. Más real.
En mi experiencia, esos espacios me han regalado una perspectiva Que no tengo cuando estoy inmersa en la cotidianeidad. Es como alejarse de una pintura que mirábamos muy de cerca. Con la distancia adecuada, los colores se integran Las sombras cobran sentido y lo que antes parecía un error viéndolo muy de cerca Se transforma en solo un detalle.
No es huir, no es castigar. Es un acto consciente de presencia en ausencia. De cuidado, de madurez, de amar sin urgencia.
Así que, si alguna vez sientes que necesitas dar unos pasos atrás Aunque todo este bien, aunque nadie lo entienda… hazlo. Porque a veces, la mejor forma de seguir cerca es irnos un ratito.
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